Después de tantos altercados, por fin, ya de noche llegamos a la cabaña de Jaidar, en medio del valle y sin absolutamente nada de civilización en muchos kms a la redonda.
El edificio principal hacía de salón comedor, cocina y habitaciones para los kirguisos, para nosotros habían adaptado un viejo autobús con literas y una estufa en medio de las 2 habitaciones, también tenía luces Led de una batería de coche y para hacer pipí y popó había que irse 30 metros a un chamizo con un agujerito profundo al que caía todo por efecto de la gravedad, mirar ahí abajo era un acto de valentía que merece hasta medalla!
Si sabías quién había ido antes que tú también podías ver el recado, fax, email, mensaje que habían enviado al averno…
La sorpresa de verdad fue ver un cachorro de loba atada con una cadena a un viejo compresor, el animal había sido rescatado por Jaidar ya que su madre murió en una trampa y pretendía domesticarla, la impresión de tener tan cerca a un animal salvaje y verlo dando vueltas sin control, entre asustado y agresivo, te daba que pensar cuál sería el mejor final para ese animal, si soltarlo y que probablemente muriera de hambre, que hubiera muerto junto a su madre o que la vida que le espera sea mejor que vivir atado, conflictos morales que chocan desde nuestro punto de vista occidental con el estilo de vida de supervivencia kirguís.
Para remediar un poco el sufrimiento lo que hice fue echarla de comer una morcilla de Guadalupe que me había llevado y no es por nada pero de dos bocados desapareció, con la cuerda y todo…
En la cabaña estuvimos 3 noches, aquello ya sí era pleno territorio leopardo, a 20 kms la frontera de China y en dirección al glaciar sólo quedaban 2 cabañas más, una habitada y la otra a 6 horas a caballo, la última del valle, donde nació nuestro guia y explorador Jaidar.
Durante esos días el objetivo de la expedición era retirar cámaras de trampeo instaladas y movernos dirección al glaciar para instalar más, estábamos a más de 3000 metros de altura y durante los trekkings llegamos a subir 1000 metros añadidos de desnivel, por esa zona las montañas más altas llegaban a los 5600 metros pero desde la última cabaña Mikel nos hizo una presentación mostrando una a una el nombre y los metros de cada una, la más imponente de todas el Khan Tengri (traducido “Rey Cielo” o “Señor de los espíritus”) con más de 7000 metros.
Por estas montañas estuvo Mikel varios días en solitario preparando la expedición.
Casualidad o no, unas semanas antes del viaje Jesús Calleja grabó en Kirguistán un programa con la actriz Amaia Salamanca, que por cierto se llevó a su madre por si acaso, 2×1… y me consta que alguien cercano fueron los que facilitaron gran parte del viaje y del programa, entre otras cosas los jinetes de la pachanga de Kok boru que improvisaron en el campamento por hacerlos el favor en y luego lo más apasionante que recuerdo es que Amaia descomió en un agujero en mitad de la estepa, como cualquier paisano y como es habitual allí porque no van a poner un trono de mármol con chorrito a presión a la moza…eso fue lo más audaz y valiente que hicieron, ni pasar del primer campamento de Yurtas, pero la tele es la tele y hay que vender y aparentar
Dicho esto, que no venía a cuento pero me apetecía contarlo, como teníamos que trasladarnos a la última cabaña del valle nuestros anfitriones bajaron su manada de caballos de las montañas, que visto de fuera podrían parecer salvajes y sin domar, y los encerraron en un corral en el que no sin poco sufrimiento comenzaron a hacer la selección de todos ellos, el primero el semental, al cual apartaron y que previamente se peleó con alguno, es resto, los descartes se devolvían al campo y era cuanto menos curioso cuando los sacaban del corral tenían ese sentimiento de grupo/manada sabiendo que no estaban todos, relinchaban y daban coces como queriendo entrar a rescatar al resto.
Cuando encerraron los caballos en el corral para seleccionarlos…
Así se comportaba el semental hasta que consiguieron separarle del resto.
Al día siguiente amaneció un día espectacular, había que organizar todos los víveres, suministros, agua, comida, sacos de dormir etc…
Para ello los kirguises se pasaron más de una hora intentando arrancar un viejo camión militar de la época soviética, echando agua caliente al motor, empujando, a tirón… hasta que Jaidar cogió la decauve Mercedes, le enganchó con un cable y tiró los pocos metros que había hasta el barranco porque el camino se cortaba por el rio helado, pues al final consiguieron arrancarlo, aquello sonaba igual que un petrolero, también hay que reconocer que es el mejor medio de transporte para moverse por allí, si no ellos no lo usarían.
Esto si son vehículos y no los ordenadores con ruedas que se fabrican ahora.
Nos quedaba por delante entre 5 y 6 horas a caballo hasta llegar a la última cabaña del valle, al principio íbamos por un antiguo camino de la época soviética ya que intentaron abrir una mina pero después ya desaparecía y no había nada, solo veredas de los pastores de pasar con los caballos, la temperatura al sol se podía aguantar bien si no hacia viento, calculo que -10º pero cuando pasabas por la sombra y por paredes de piedra vertical de más de 400 metros, desde nos vigilaban los ibex, la sensación era un poco menos agradable.
Cuando llegamos a la cabaña con los pies congelados y las patas más abiertas que unos alicates después de tanto rato en el caballo, por no hablar del lugar donde la espalda pierde su honesto nombre y los cascabeles…al menos el equipo que fue delante ya había encendido la estufa y entre eso y un par de tragos de aguardiente recuperamos un poco la sensibilidad.
El tejado de la cabaña con los restos de un yak que fue atacado por un leopardo de las nieves.
La cabaña rústica a más no poder era de madera, con ventanas pequeñas, dos habitaciones, una que era cocina salón y la otra para dormir, a la vista podría parecer un chamizo en ruinas en el que entraría frio por cualquier sitio…he de decir que he estado en hoteles menos acogedores y confortables.
Allí estábamos 10 gañanes junto a nuestros 2 guías, en lo más recóndito y alejado de la civilización que podría pensar, Jaidar, su mujer, Elkham, su hijo de año y medio, al que llamamos el pequeño emperador porque solo con su mirada ya sabías que con él bromas pocas…y que sería el futuro heredero del valle, su hermano Baja y otro familiar del que no recuerdo su nombre.
Para dormir nos separamos en dos grupos, occidente VS Kirguistán, colocados como Ikea cuando transporta sus productos en un contenedor, todo muy cercano e íntimo, no había espacio ni para darse la vuelta, como te metieras en el saco así hasta la mañana siguiente, eso sí, una noche tuvimos la visita del ratoncito Pérez de Kirguistán, se estuvo paseando por las vigas de madera y tirándonos tierra encima, diría hay que aprovechar esta visita de tanta gente a ver si recojo alguna raíz, rencajo o empaste de muela para seguir sobreviviendo…
Durante dos días estuvimos haciendo rutas a caballo subiendo mucho más arriba en dirección al glaciar, instalando nuevas cámaras de trampeo y también aprovecharon el viaje para recoger a dos vacas que estaban enfermas y que debían llevar a Karakol para que las viera el veterinario.
Panorámica de Enilchek.
Resulta que al lado de Enilchek nos mojamos el culino y pusimos los huevecinos a escalfar en las aguas termales de radón(dicen que las mejores), un auténtico balneario salvaje en mitad de las montañas, agua de 30 a 38º grados o más, dependiendo del sitio y que después de casi una semana sin ducha…fue el mejor regalo que pudimos tener, en el exterior el contraste alrededor de -5º, la ropa mojada si la tendías se quedaba como la piel de los chivos para curtir, crujía como la barriguera de los torreznos de la matanza recién frita en la sartén de hierro.
Radón pal body!
Y algo de metano… Mezcla explosiva.
Después del relax y volviendo a la ruta de repente llega un aviso que ha habido una avalancha de nieve y la carretera se ha quedado bloqueada…teníamos que volver sobre los mismos pasos, cruzar el puerto a 4000 metros con una tremenda tormenta de nieve, la carretera ni se distinguía y a todo esto con cada coche que nos cruzábamos había que parar porque o eran amigos de nuestros guías o familiares, allí se ponían a abrazarse y a pegarle chupitazos al vodka, el mejor fue uno que venía de vender la piel de dos lobos que había cazado y le habían pagado 120 euros aprox, lo que es casi el sueldo mensual en la capital, ese autóctono venía contento pero de verdad.
Parada para echar un trago con algún primo, vecino o amigo.
Llegados a Karakol y a la civilización a la casa de Jaidar…también volvió la cobertura, el whatsapp, el Facebook….y con ello malas noticias pero que por respeto no merece la pena ser contado, los que nos escapamos de la quema acabamos bien preparaos en la fiesta que nos tenían preparada, danza kuduro, el despasito y vodka Antivirus.
Y otra parada…la carretera ni se veía, tormenta de nieve, viento y alrededor de -25º, casi los mismos que el Vodka.
El final de la aventura se iba acercando y los últimos dos días aparte de muchas horas de carretera estuvimos con el amo y señor de la cetrería de Kirguistan, el bigote más elegante de Asia Central, Aikbek, dormimos en sus yurtas y además nos hizo una exhibición de caza con su águila dorada y el lebrel afgano.
Aikbek fue jurado en los juegos mundiales nómadas de 2018 cuando estuve por primera vez en Kirguistán, la tercera generación de cetreros o berkutchis en kirguís, descendiente de kazajos de las montañas Altai entre Mongolia y Kazajistán.
Y ya en Madrid medio acaba la historia, me reservo secretos de sauna para privado, de lo poco que recordamos entre todos, porque aquello en algún momento parecía un videoclip de raperos en Beverly Hilss…solo digo que cuando nos despedimos yo tenía dos cornadas en los pantalones y no recuerdo haber toreado, una decía que venía sin bragas…la otra dijo, pues yo mira debajo del plumas lo que llevo… entre otras confesiones inconfesables.
O sea que…la aventura es la aventura y el que no la quiera, que se quede en casa.
Por cierto, tanta historia y al final se nos ha olvidado a qué vinimos a Kirguistán? Pues a ver el leopardo de las nieves…y le vimos? Pues sí le vimos pero no como queríamos, eso lo dejamos para otra ocasión en la que haya menos vodka, menos cognac, menos, menos cervezas, menos aguardiente y más seriedad
Gracias a todos los compañeros de viaje por esta aventura de recuerdos para siempre.