Aparte de Samarkanda, hay otras ciudades que bien merecen una parada como pueden ser el mercado de Urgut o la impronunciable Shakrishabz, ciudad patrimonio de la humanidad, pero en este caso toca hablar de las otras 2 joyas de la ruta de la seda, Bukhara y Khiva.
Aunque nosotros decidimos ir en coche, la opción de transporte público no es nada mala, hay trenes muy cómodos y modernos fabricados por TALGO que conectan las ciudades más importantes desde la capital Tashkent.
La ciudad de Bukhara, a 4 horas aproximadamente en coche desde Samarkanda, resulta sorprendente porque no parece que estés en una ciudad de Uzbekistán, amplias avenidas iluminadas, tráfico fluido y ordenado, limpieza, multitud de tiendas hasta que llegas a la parte antigua, donde se levantan multitud de mezquitas, madrassas y callejuelas estrechas sin asfaltar.
Personalmente me impresionó la plaza central, con su imponente Kalyan minarete de 48 metros construido en 1127, usado como observatorio para avisar de invasiones o ataques, como faro iluminando a las caravanas en la ruta de la seda las noches de tormenta de arena, aunque también fue utilizado para otras funciones menos provechosas como por ejemplo para lanzar al vacío desde lo alto a los condenados a muerte.
A ambos lados hay 2 madrassas, Kalan madrassa construida en el año 1514 y que, aparte de estar coronada por una gran cúpula de color azul, se caracteriza por tener un patio interior con 288 pilares de madera y que soportan a su vez numerosas cúpulas y galerías, cuenta con una capacidad aproximada de 12.000 personas.
Enfrente encontramos la madrassa Mir-i-Arab, en este caso con 2 grandes cúpulas azules a ambos lados de la puerta de entrada principal, construida alrededor del año 1530.
Además de esta plaza principal podemos encontrar otras muchas mezquitas y madrassas, en mi caso la que más me gustó, no por su gran tamaño sino por su estilo diferente y por estar en un lugar menos accesible a los turistas en pleno barrio típico uzbeko es la madrassa de Chor Minor con sus 4 cúpulas azules, se puede acceder hasta lo alto desde la tienda que hay en su interior, subiendo unas estrechas escaleras de caracol, por un precio de aproximadamente 40 cts al cambio.
Otra visita recomendable es la fortaleza Arq, rodeado por una muralla y que en su interior dispone de un gran complejo de edificios, residencia del emir, prisión, caballerizas, puestos de vigilancia…a día de hoy está convertido en museo y merece la pena dedicarle un tiempo.
Enfrente de esta fortaleza, sólo cruzando la calle se puede acceder a un mirador, una antigua torre metálica que podría ser una especie de depósito de agua y que con 80 metros de altura es el punto más alto, donde puedes distinguir la gran extensión de toda la ciudad y disfrutar de una bonita puesta de sol, el precio es un poco caro para lo que viene siendo habitual en Uzbekistán, alrededor de 5 euros.
La siguiente parada, cruzando el desierto de Kyzil Kum y a unas 7 horas en coche llegamos a la histórica ciudad de Khiva, el contraste nada más llegar con respecto a Bukhara es total, nada de grandes avenidas ni de edificios de varias plantas, todo casas bajas, calles estrechas, muchas de ellas sin asfaltar y la llegada a los exteriores de la muralla que protegen en su interior una de las ciudades patrimonio mundial de la UNESCO, Itchan Kala.
Una vez que cruzas las murallas, en las que hay 4 puertas orientadas según los puntos cardinales, es como trasladarte a la edad media, edificios de adobe, calles de tierra, familias manteniendo el estilo de vida tradicional pero que poco a poco van sucumbiendo a la invasión del turismo.
Paseando a lo largo del recinto encontramos palacios, minaretes, mezquitas, madrassas… pero también viviendas tradicionales que acogen turistas y ofrecen servicios de alojamiento, comida, excursiones, rutas a lugares cercanos de interés arqueológico pero también hoteles de lujo, alguno de ellos en plena madrassa reconvertida a un precio de 200 euros la noche , restaurantes que se intentan expandir a lo alto para usar la increíble vista de las terrazas a todos los monumentos alrededor, merece la pena reservar una mesa y poder disfrutar de ese espectáculo, los colores al atardecer y la hora azul mezclados con la luz que ilumina las cúpulas y calles es realmente inolvidable.
La ciudad en sí, durante el día se llena de puestos de venta de productos, excesivo para mi gusto, es como un gran mercadillo en el que los productos y souvenirs siempre son los mismos, lo realmente interesante es la visita a los diferentes mini museos o monumentos de toda la ciudad, rodear caminando toda la muralla, subir a uno de los minaretes o algo más interesante para mí que es tratar de mezclarte con la población local, para ello es necesario comprar una entrada que durante 2 días te da opción de entrar a todo, por un precio aproximado de 12 euros y que se compra a las afueras de la muralla en la puerta sur.
Y después de este recorrido por las 3 ciudades más importantes de la ruta de la seda en Uzbekistán, si me preguntaran, cuál te gustó más? Pues diría que las 3, cada una con sus cosas buenas y sus cosas menos buenas, pero sin duda, las 3.
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